Poemas de Silvia Ortiz
¡¡¡Ya no escribe el que muere, muere el que muerde su destino como boca rota!!!
***
AQUI estoy suspendida
entre encierros incontables,
digitada, frágil, ojerosa,
desnutrida la cobija que me tienta,
me gobierna este potro irrazonable,
me hace leña este incendio,
este golpe del día a día incursable.
!Ay! carne de mi carne,
!ay incendios en la pluma del tintero,
hierven mis manos de impotencia!
mis escritos van cautivos,
carcomidos, endemoniados,
divinamente apagada en mi interior,
lacerados en los trajes
que confiscan mis sentidos.
Sin salida,
desvestida bajo el mar,
la genuina crucifixión
es insomnio recluido de caballos,
los caballos son mi fuerza indomable,
me pliegan y repliegan en la nuca,
en los ojos, en la lluvia del amado
tiempo en que espero la soledad
indisoluble del camino,
mi ascenso, mi tragedia irreversible
de quejidos, y estoy como trazo inesperado,
frente a ti y muero…muerdo este viento,
este viento en el balcón de libertades,
muerdo y remuerdo cada letra
de este escrito que hoy
entrego palpitable.
Suspiro como el iPad
inservible que se muda,
como rayo misterioso,
como flama de mi lecho inabordable,
muere, muere la sombra,
finiquita la razón de este cuajo
de arrebato incontenible,
muerdo leve llanto,
tirito este rictus en la mueca
de mis manos…en la tienda
imaginable en que tránsito.
EL TIEMPO QUEDA
Queda la algarabía
prescrita en su sonrisa
sacudiendo los mares
los aromas de la calle
es la celada calma
es el paso de la noche
en la vigilia de caballos
anudándose en su aliento
Es la quietud de sus sentidos
la locura solo estrellas
el firmamento en sus ojos
ha vencido la tristeza
y sus agentes
se han cercado
en las calles incurable traje
Quedan las palabras
arrancadas en algún semáforo
lo turbado, lo doliente, el hastío,
el camino santo en su piedra,
la vieja habitación y moribundo
cielo y tengo miedo…
no te vayas madre, quédate.
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